miércoles, 20 de enero de 2016

Defectos imperfectos.

El día amaneció oscuro, el sol no quiso presentarse y mirándose frente al espejo, luchando un día más con aquella silueta, se preguntó cuánto tiempo le quedaba. Muchos no entenderían su preocupación, su miedo a que dejándose escarbar, llegue el momento en que él encuentre en su interior algo que le haga huir. 
La seguridad no es su punto fuerte, aunque por fuera lo parezca. Cuántas veces ha aprendido que las apariencias engañan, que detrás de cada sonrisa no siempre hay felicidad.
Las inseguridades le van dando los buenos días a medida que se desviste. El agua caliente cayendo sobre su cara no le quita ninguna de sus preocupaciones, ojalá fuera así de fácil. 
Ha llegado a ese punto en que teme todo, pues le importa demasiado. Las cicatrices le laten, recordándole todo lo pasado y sugiriendo que tenga cuidado, que puede volver a ocurrir. Siempre ha oído decir que cuando una persona te ama, terminan gustándole hasta tus defectos, ¿sucederá así con ella? 
Cómo le duele estar atada por sus defectos que dictan de ser perfectos. Cómo le gustaría poder compartirlos sin miedo, que alguien la entendiera y le hiciera ver lo contrario. 
Tirada en la cama, mira su armario y decide, como cada mañana, qué ocultar y qué enseñar. Tras la puerta, el ideal a seguir le recuerda que no es nada, que los detalles fallan y hacen el conjunto erróneo.
Marchita y cansada, intenta pensar en lo bueno y se coloca la sonrisa de los lunes. Sale a la calle, deseando que él se enamore con una mirada, quizás una sonrisa; que le diga que está preciosa y aún escavando en su interior no halle ninguno de los defectos que ella tanto odia y que él ni se puede imaginar, y que le gusten todas esos pequeños detalles que intenta ocultar cada día. 
Quiere que no huya, que se quede a su lado.
Lo intenta todo el tiempo para que no haya un final de momento.

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