martes, 17 de septiembre de 2013

Hoy os quiero presentar mi obsesión por recordar.



Recuerdo.
Recuerdo todo lo que debo recordar, lo que tal vez no desearía rememorar y de vez en cuando lo que no pude retener en mi memoria.

Se escapan momentos de mi infancia, amigos, tardes infinitas, noches de desenfreno, amores, desamores, decepciones, alegrías, tus ojos frente a los míos, un abrazo sincero, otro no tan sincero, una mirada de odio, otra cómplice, aquella plaza, aquel sofá, aquel encuentro, aquel beso, la sonrisa que un día me volvió loca, aquella fiesta en la que abrí mi corazón, aquella canción que nos acompañó un verano, aquellas conversaciones de messenger, aquel cumpleaños, todos y cada uno de tus consejos, peleas, reconciliaciones, llantos, risas...

¿Qué seríamos sin los recuerdos? Es algo que nos ayuda a tomar decisiones y a vivir cada día,  porque ¿y si olvidáramos una traición? ¿Cómo nos diríamos a nosotros mismos que no podemos confiar en esa persona?
Hasta ahí todo es normal, el problema comienza cuando recordar se convierte en obsesión.
Convirtiéndolo en obsesión a veces hace tanto daño... Te mata por dentro. Pero otras veces te anima y te da una razón para seguir.

Solo sé que tengo problemas de memoria. Recuerdo demasiado.