lunes, 25 de agosto de 2014

Cuando el odio se vaya, me alegraré de que te vaya bien.


Echo de menos algo. No sé bien el qué. 
Para ser sinceros, no le echo de menos a él, ni el tiempo que pasábamos juntos, ni si quiera echo de menos sus mensajes, no siento ese vacío del "después" como ya sentí hace tiempo. Y me sorprende de una forma extraña. 
¿Qué es lo que extraño?
Cierto es que han desaparecido varias cosas a mi al rededor: objetos, melodías, gestos... Pero no veo ni un hueco en ningún rincón de mi alma. El odio lo ha llenado todo.
"¿Cómo puede ser posible llegar a odiar a una persona que te ha regalado innumerables buenos momentos?" me preguntaron tiempo atrás en busca de consejo. En ese momento no supe responder. Quizás ahora le daría una lista de motivos elaboradísima y repleta de experiencias personales.
Realmente el odio te ciega de tal manera que te impide ver todo lo bueno que hubo, al igual que el amor impide que veas la parte mala de una persona. Todo sentimiento te quita parte de tu razón. Te impide ver algo con claridad. En ese caso, ¿qué me impide ver esta confusión? ¿La realidad?

Arranco las palabras de mi interior, intentando buscar la solución a la duda, pero no la encuentro. Ni siquiera consigo expresar una cuarta parte de lo que quiero.  Quizás me faltan fuerzas para afrontar todo esto de verdad. Quizás, alejada durante un tiempo de todo, me he privado de sentir el choque de la realidad y del día a día. El dolor.

No malinterpretéis, o entendáis, con mis primeras líneas que ya nada me importa sobre él, que es un cero a la izquierda en mi vida o que intento ir "de dura". Es solo que mi mente está jugando con mis sentimientos. 
Es inevitable verle y reconocer a esa persona que me ha llenado el corazón con amor, que me ha acompañado en diversos momentos de mi vida.
Mi corazón lo reconoce, pero mi mente me tira agua fría encima trayéndome de vuelta a la realidad y recordándome todos y cada unos de los motivos por los que hoy estoy así, por los que he llegado a odiarle.
Les he puesto una venda a mis ojos y ahora no siento, solo actúa mi mente. Y cuando esa venda se caiga no sé que haré para seguir sintiéndome bien conmigo misma. 

El odio se irá y tendré que hacer frente a lo que siento. Solo espero, que cuando el odio se vaya, me alegre de que te vaya bien,
y de que me vaya bien.