lunes, 14 de marzo de 2016

He perdido la noción del tiempo.

Amanece a dos grados bajo cero pero el sol de la mañana calienta mi cuerpo tendido en la cama; tus dedos recorren mi espalda suavemente, haciendo trazos, quizás letras. Aún duermo, ha sido una noche larga, pero siento cada caricia sobre mi piel, cada beso en mi espalda.
Consigo entreabrir los ojos, que sufren por los rayos de sol que rápidamente les llegan, y a contraluz te veo tendido a mi lado, mirándome, y juro que me es imposible contener la sonrisa que brota de mis labios. Durante dos milésimas de segundo dudo de estar en un sueño, pero tras alargar el brazo y acariciarte la cara, noto la realidad.
A menudo te miro mientras hablas y pierdo el hilo intentando comprender cómo puede estar pasándome esto; rápidamente reconecto con la conversación y el tiempo comienza a volar, al igual que sucede cuando te arrancas con las cuerdas o cuando no puedo parar de reír. Felicidad. 
Y he perdido la noción del tiempo.
Ya me da igual si ando por febrero, marzo o abril; solo me preocupo de ir bien cerca de tu mirada. Sentirte cerca de mi sin la necesidad de estar piel con piel, sin ataduras, sin preocupaciones. Me siento más yo que nunca y jamás pensé que la libertad podía unirte tanto a una persona.