lunes, 3 de junio de 2013

Nuestro banco.

A mi compañera de Francés



Un banco. Puede parecer insignificante para el resto del mundo, pero para ella era un vínculo de unión con el pasado. 
Aquel banco de madera verde. Aquel en el que un día esperaba a una amiga que nunca llegó, y, en el que por suerte o por desgracia se encontró con el que sería su primer amor.
Desde entonces, aquel banco vio caer las hojas de los árboles en otoño a la vez que sus labios se unían por primera vez; escuchó el primer "te quiero" de sus fríos suspiros en invierno; y vio florecer aquella relación en una primavera anticipada.
Pero llegó el verano y lo que un caluroso día trajo, otra sofocada tarde se lo llevó.
Ahora, tan solo vuelve a ese banco de los recuerdos cada vez que añora su sonrisa traviesa, aquella que tantas veces le había llevado al cielo. Solo vuelve, cada vez que siente en su interior que él aún está ahí, junto a ella.
Y mientras tanto, sentada en aquel solitario banco, sonando en sus auriculares canciones demasiado dolorosas, ve caer las hojas en otoño, bajar incontroladamente la temperatura en invierno y florecer cada brote en primavera. Sola. Sin él.