domingo, 27 de enero de 2013

Inexplicable angustia


Inexplicable angustia, hondo dolor del alma, recuerdo que no muere, deseo que no acaba.
¿Cuántas veces no sabes qué pasa a tu al rededor para tener que sentirte de una determinada manera? 
Al principio crees que es solo pereza; más tarde, desinterés por lo que hay al rededor. Hasta que un día comprendes que es algo más. Te sientes hundido por cada comentario sobre el tema. Te duele. Sufres.
Ahí sabes que pasa algo, pero no el qué; o tal vez, no eres lo suficiente valiente para reconocer y aceptar el motivo. 
Lo sabes, Sabes perfectamente qué es lo que te hace estar así. Pero sigues sin reconocerlo. 
Silencio. Mentiras. Soledad.
Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior. Pero, ¿y si es mejor guardar silencio a abrir la boca y soltarlo todo?  
Sientes dolor, un inmenso dolor incomprendido, del que ni la persona que más sabe de ti conoce. Ellos no lo entenderán, lo tomarán cómo algo normal, no entenderán la gravedad del problema. Y eso lo hará más grande. Algo en lo que no parar de pensar, algo con nombre y apellidos, que al fin, habrás reconocido y te perseguirá de forma incontrolada.
Pero no quieres eso, sigues pensando en que es mejor obviar preguntas, explicaciones, y mantener todo muy dentro de ti. Prefieres aguantar el dolor de las bromas, de las mentiras, y comentarios. Porque resulta mucho menor comparado con todo lo que supondría reconocerlo.
Y sigues guardando silencio, mintiendo, obviando preguntas y escondiéndolo. Antes de que se descontrole. Antes de que se haga grande.
Hasta que...

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