martes, 24 de noviembre de 2015

Esta vez no iba a ser así.

Aquella tarde brillaba el sol. Los árboles dejaban pasar la cálida luz entre sus hojas. Sus piernas recibían ese agradable calor mientras esperaba sentada en un banco su llegada. Su estomago se agitaba impaciente, y sus manos frías buscaban un hueco donde poder calentarse.

Mechero. Cigarro. Nervios. Frío.

El tiempo parecía no avanzar, y dudaba de estar en el sitio correcto. Volvió a consultar su reloj, No sabía muy bien qué hacía allí, no estaba preparada para comenzar algo nuevo. Dos minutos más de duda la llevaron a abandonar el lugar, y dejar aquella oportunidad atrás.

Él, a dos calles, se fuma el último cigarro del paquete. Sabe que es tarde, pero sus nervios le impiden moverse. Ella debe estar esperándole en el sitio acordado, con el bolso encima de las piernas para evitar que el penetrante frío de noviembre traspase su ropa. Sabe que un caballero no debe llegar tarde; pero duda de si es el momento adecuado para lanzarse al precipicio de su sonrisa. Teme sufrir otra vez, y dos minutos más tarde termina volviendo sobre sus pasos, dejando aquella oportunidad atrás.

Historias como estas suceden a diario por las calles de esta fría ciudad, dejando las oportunidades para otra vida y los buenos momentos para vivirlos en otro mundo.

Pero esta vez no iba a ser así.

Él fumará ese último cigarro de sus labios, ella apartará el bolso para dejar que coloque sus cálidas manos sobre sus piernas. Los rayos de sol caerán sobre sus cuerpos cuerpos unidos, y las conversaciones no cesarán.
Pasearán por callejones y reirán al darse cuenta de que se han perdido, recorrerán sus cuerpos con las manos temblorosas, sabiendo todo lo que les queda por delante,

pues esto es solo el principio.


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