miércoles, 19 de septiembre de 2012

Un camino entre la felicidad y la tristeza.


Una mirada, una palabra, una sonrisa.
Todo cambia cuando caminas entre la felicidad y la tristeza; cuando por un momento, pierdes tus fuerzas y caes. 
Todo es distinto cuando sola, decides hacerte daño. Parece inútil, aunque la mayoría lo hacemos.
Y es que tengo miedo. Miedo de despertar de este sueño que poco a poco voy creyendo que es real. Miedo de los recuerdos, tanto suyos como míos, de las jugarretas que nos puedan hacer y lo mal que nos pueden hacer sentir a veces.
Porque es mi apoyo, la única persona que hace que me de exactamente igual el pasado, que deje de existir esa maldita sensación de abandono, de dolor, de soledad. 
Con él, entro en otra vida, donde solo se conoce la felicidad, la tranquilidad y la paz. Allí no existen preocupaciones, miedos ni desconfianza. Allí no existe un pasado ni un futuro. Solo lo que más importa: EL PRESENTE.
Y cuando se aleja, todo vuelve poco a poco a la normalidad, a esos pensamientos y recuerdos. Solo se salvan los momentos en los que la sonrisa tonta aparece al recordar una caricia, un piropo, un momento; junto con las veces que estoy con esas personas que bien me conocen y saben sacarme una sonrisa. 

Y cruzo día a día ese camino entre la felicidad y la tristeza, queriendo saltar a un lado y quedarme ahí para siempre, mientras el querido pasado me arrastra al lado contrario.



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